Crónicas de un viaje al Amazonas – Colombia, Perú y Brasil
En diciembre del 2015 finalmente me decidí ir al Amazonas. Era un viaje que tenía en mi mente desde hace mucho tiempo pero que por muchos motivos no lo había podido realizar.
Resulta que después de mi viaje a Boyacá quedé tan encantada con la agencia de viajes que decidí preguntar por algún tour al Amazonas y ahí estaba aquel tour, esperando por mí. Lo contratamos de una vez sin pensarlo y puedo decir con toda certeza que ha sido uno de los mejores viajes que he hecho en mi vida.
El Tour que escogimos fue uno grupal de 4 noches y 5 días e incluía Colombia, Perú y Brasil. Con los vuelos, hospedaje y alimentación nos costó por persona aproximadamente $2’000.000 de pesos colombianos. El tour también incluía los guías, cada día tuvimos uno diferente para realizar las visitas y además siempre tuvimos un acompañante de viaje que se encargaba de que todo estuviera en orden.
El primer día cogimos el vuelo a primera hora en dirección a Leticia. Lo hicimos por vía aérea porque las únicas formas de llegar a Leticia son: por vía fluvial o por vía aérea. Una vez en el aeropuerto, había una persona con el letrero de la agencia de viajes esperándonos. Luego nos llevaron al hotel que se llama Waira Suites, el cual la verdad nos sorprendió para bien, todo estuvo muy correcto, lo repetiría y lo recomiendo, te dejo aquí el link por si te interesa echarle un vistazo. La atención, las instalaciones y la comida estaban muy pero que muy bien. Cuando llegamos era medio día y nos recibieron con un almuerzo típico y delicioso de la zona “Patarasca de pescado y jugo de camu camu”, ¡una delicia! El jugo nunca lo había probado, tenía un sabor como a limonada pero de color rosa, toda una experiencia.
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Después de almorzar hicimos un pequeño descanso y luego nos fuimos en una van al Hito de la Frontera con Brasil. En la frontera no hacen control de pasaportes ni mucho menos, no hay guardias de seguridad y casi ni parece una frontera, lo único que sí hay es una división de tierra entre un país y otro, o mejor dicho, entre una casa y otra. Y lo que no podía faltar era la casa de cambio pues al pasar ese trozo de tierra ya era otro país y por lo tanto otra moneda. Me pasó una cosa curiosa, cambié algunos pesos por reales en la casa de cambio colombiana y luego me fui hasta la van que estaba parqueada unos metros adelante ya en la parte brasilera, cuando vi en todo el frente una tienda y con aquel calor y solazo que hacía me antojé de comprar una botella de agua. Pues me fui con todas las intenciones de comprar mi agua y cuando la pedí (en español, por supuesto como si se tratase de Colombia) me cobraron en reales, ¿ah?, me dio risa y obviamente no compré nada puesto que había cambiado dinero (poco, más bien) para comprar cosas más interesantes que una botella de agua.
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Después, ya en la van y resguardándonos del sol, nos dirigimos a Tabatinga. Una ciudad pequeña muy parecida a Leticia. Dimos una paseo por la ciudad, nos contaron un poco de historia y luego nos fuimos de compras. De Tabatinga conocí muy poco, pero lo que puedo decir es que es una ciudad pequeña aunque un poco más grande que Leticia en población, ofrecen calzado a buen precio, chocolates y tienen mucho comercio en general. Las calles están llenas de motos y también hay tuk tuks que vienen de Leticia.
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Luego al atardecer, estuvimos en el Parque Santander, un parque muy hermoso con un lago lleno de Victorias Regia, un puente de madera muy bonito y en el frente la Catedral de Nuestra Señora de la Paz. Estando en el Parque, nos explicaron un poco de historia nuevamente y luego tuvo lugar allí mismo el avistamiento de aves, un acontecimiento espectacular que se repite día a día alrededor de las 5:30 pm y 6:30 pm. Pudimos apreciar cientos de aves que iban llegando poco a poco en bandada buscando un sitio para dormir y acompañando su vuelo con el canto. Nunca había presenciado algo así. Aunque debo confesar que después de la alucinación y de la perplejidad que aquello me envolvía, al final el sonido se tornaba un poco ensordecedor por la cantidad de pájaros que iban llegando, aun así, en general es una experiencia muy amazónica y digna de presenciar.
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Una vez había oscurecido, nos fuimos caminando hacia el hotel y allí nos esperaba la cena buffet. Luego de la cena quedamos en un pequeño salón de eventos en el mismo hotel para disfrutar de una danza brasilera. Lo cierto es que el folleto ponía “Cena de bienvenida con show de danzas brasileras” y en realidad me esperaba algo más tipo show en tarima con muchos bailarines en una especie de teatro o algo parecido donde cenaríamos primero y luego disfrutaríamos del show, ¡nada más lejano de la realidad!… era más un estilo criollo, aun así, gozamos el momento, los chicos bailaron súper bien, se notaba el esfuerzo y el entrenamiento, nos contagiaron de esa felicidad y de la buena vibra, nos reímos bastante y los que quisieron bailar, bailaron también, ¡no pudo estar mejor!
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En general este día me encantó, para ser el primero del viaje, lo aprovechamos al 100%.
El segundo día empezó también muy temprano, alrededor de las 8:00 – 8:30 a.m. Una vez reunidos todos, ya que un problema que nos caracteriza a los colombianos es la impuntualidad, nos fuimos caminando hacia el puerto que estaba a 15 minutos desde el hotel.
Ya en el puerto esperamos poco para embarcar y nos dirigimos hacia la Isla de los Micos que estaba a 45 minutos aproximadamente en lancha. Antes de bajarnos de la lancha nos recomendaron que debíamos quitarnos todos los aretes, accesorios, gafas, bisutería en general, etc. Porque los monos se nos lanzarían a coger todo lo que fuese curioso para ellos. Así que luego de hacer caso nos dirigimos a la isla. Recién entramos empezó la acción, se nos venían los monos por todos lados, se subían por los árboles, se le subían a las personas y saltaban de una a otra, se ponían en la cabeza, en los hombros, era imposible quitarles la mirada de encima, y aunque allí también había presencia de la tribu Yagua con sus atuendos típicos, eran sólo los monos el centro de atención. Tan pronto se me subieron encima, quedé impactada, me encantó, era muy raro. Más que todo porque había tenido experiencias con otros monos y la verdad no habían resultado del todo bien. Siempre resultaba atemorizada y huyendo de ellos. Pero esta vez fue diferente, estos monos Fraile o monos Tití tal como le llaman en el amazonas, están muy domesticados y lo peor que te pueden hacer es ensuciarte. Y a pesar de estar domesticados, no están atados y van por ahí haciendo lo que quieran con total libertad. Aunque estuvimos poco tiempo allí, fue una de las experiencias que más disfruté.
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Terminado el show, nos fuimos hacia la Comunidad Indígena La Libertad, habitada por indígenas Yagua. El lugar parecía bastante tranquilo y muy humilde como casi todo por la zona. Sólo se puede llegar ahí en lancha. Nos recibió el jefe de la comunidad, fue el único que nos recibió sin su ropa tradicional, el resto de la tribu estaban todos vestidos tradicionalmente. El jefe nos comentaba que ahora no se visten así dado los cambios por lo que ha sufrido su comunidad. Que solamente se visten con trajes típicos para nosotros los turistas y para enseñar a los niños su historia. Nos reunieron en una especie de choza bastante grande y fue ahí donde tuve un flechazo, ¡conocí a los perezosos, fue amor a primera vista! ¡Son tan pero taaan tiernos!
Mientras deleitaba mis ojos con un niño Yagua aupando un bebé perezoso, también nos explicaba el jefe un poco de historia de su cultura para luego pintarnos la cara con fruta achiote como muestra de bienvenida. Más adelante hicimos una danza típica en la que todos participamos. Y al final hicimos sesión de fotos y aprovechamos para comprar artesanías elaboradas por la comunidad. Yo me compré un atrapasueños y un collar.
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Más tarde, siguiendo nuestra travesía en lancha y disfrutando de los paisajes del río amazonas, nos dirigimos a la Comunidad Macedonia en donde habita la etnia Ticuna. Allí también en una especie de choza pero mucho más modernizada, nos recibieron un grupo de mujeres Ticuna y dos niños con trajes típicos. Nos hicieron un baile tradicional y al final nos incluyeron en él para que disfrutásemos todos de la danza y la música. Después nos fuimos a visitar cada uno de los puestos de artesanías que había en el lugar.
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En seguida nos fuimos hacia Puerto Nariño ya que el hambre empezaba a hacerse notar. Ahí nos dirigimos rápidamente a un restaurante muy bonito donde nos sirvieron comida buffet que estaba para chuparse los dedos. En general puedo decir que el servicio, el lugar y la comida eran fenomenales, el único fallo era que no incluía el postre pero igual lo podías comprar aparte, esta vez tenían para escoger entre postre de Copoazú y Arazá, dos frutas típicas de la zona. El restaurante se llama Las Margaritas, te dejo el link aquí por si te interesa echarle un vistazo. Después del suculento almuerzo, nos fuimos a dar un paseo por Puerto Nariño con el guía mientras nos iba explicando un poco sobre la zona.
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Retomamos la lancha nuevamente, pero esta vez en busca de delfines rosados en el Lago Tarapoto, una vez allí, hicimos varias paradas porque los delfines no se querían dejar ver. Al rato escuchábamos de vez en cuando que alguien decía “¡allá hay uno!” y cuando volteábamos a mirar ya no estaba, y así duramos varios minutos resignados pensando que no los veríamos nunca hasta que… ¡por fin vi el primero de lejos y salté de emoción! Luego ya vimos más y más seguido, tanto que los vimos de cerca, sólo que no se podían detallar muchos porque así como salían a la superficie, se sumergían rápidamente. Su aspecto no es como los delfines tradicionales, estos tienen la frente un poco salida, la aleta más chata y son de color rosado grisáceo, por ello lo exótico.
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Después de la emoción de los delfines seguimos en dirección a Perú hasta llegar a Puerto Alegría acompañados de lluvia, lo cual parece normal en el Amazonas, constantemente llueve así sea verano y no es para menos, hay mucha flora y fauna que mantener. En Puerto Alegría me encantaron todos los animalitos que vimos, muchos de ellos no los había visto antes. Vimos perezosos bebé, guacamayas (la de color azul no la había visto antes), un tigrillo, tortuga matamata, anaconda, caimán bebé, mono (no recuerdo de qué especie), perros y hasta gallinas.
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Luego de Puerto Alegría tuvimos un largo viaje de vuelta en lancha hasta Leticia. Y después tuvimos tiempo para hacer compras en el centro o para disfrutar de la piscina del hotel.
El tercer día, muy puntuales, tal y como habíamos acordado el día anterior, nos dispusimos a empezar nuestro viaje a Perú. Este día tuvimos que hacer el check out en el hotel y dejar hechas las maletas en la habitación. En una mochila aparte teníamos lo necesario para pasar una noche fuera. Así que nuevamente fuimos al Puerto de Leticia donde nos llevaron hasta la Reserva Natural Marashá, nos dejaron en una especie de mini puerto y apartir de ahí emprender nuestra marcha hasta la reserva. Allí conocimos al tercer guía de nuestra travesía. Para mí, fue el mejor guía de todos porque nos explicó muchísimas cosas, se notaba su experiencia y conocimiento sobre la zona y sobre la flora y la fauna local. Con él nos fuimos caminando equipados con nuestras botas de goma pisando fango tras fango y huyendo de la cantidad tan bárbara de todo tipo de mosquitos. ¡Nunca en mi vida había visto tantos zancudos juntos zumbándome los oídos y tratando de comerme viva! Fue una hora de camino con paradas en donde el guía iba dando sus explicaciones. A pesar del calor y los mosquitos la idea de la caminata me pareció fenomenal, estuvimos en contacto con la selva y con la naturaleza tal como lo esperaba.
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Cuando llegamos a nuestro destino, a la Reserva Natural Marashá, fue un momento mágico, primero porque estábamos sedientos y segundo porque estábamos muy emocionados de saber lo que nos esperaba. Nos habían dicho que era algo parecido al paraíso, y sí, apenas llegamos lo confirmamos. Se respiraba paz en aquel lugar. Nos recibieron con jugo de camu camu que sabía a gloria y después nos hablaron de las normas del lugar y de lo que podíamos hacer y lo que no mientras estuviésemos allí.
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Nuestra primera aventura fue ir en kayak por el lago recorriendo los alrededores de las cabañas y aprovechando para hacer fotos. Luego como hacía mucho calor aprovechamos para ir a la “piscina natural” y luego almorzar allí mismo. En la tarde después de reposar en la hamaca y disfrutar de las vistas, fuimos a pescar en canoa. Allí pasamos una experiencia inolvidable, no sólo porque los chicos con los que estábamos habían pescado varios peces y pirañas de diversos tamaños, sino porque… ¡una de esas pirañas cayó dentro de nuestra canoa!, nosotros (sobre todo las chicas) muertos de pánico empezamos a gritar, yo veía que la piraña saltaba y saltaba en mi dirección, abriendo la boca con sus afilados dientes en forma triangular y cada vez que pegaba un brinco yo gritaba y no sabía a dónde correr, en dónde ponerme, no me podía mover porque la canoa se movía con cada movimiento que hacía. ¡Aquello fue adrenalina pura y gratis! Hasta que por fin cesaron los saltos y con ello cesó un poco nuestro susto. Ya resignado el guía que era la persona más experimentada en la canoa, cogió la piraña y se la dio al chico que la pescó para que probara su victoria en la cena. Y para completar el día, cuando ya habíamos terminado de pescar y nos disponíamos a dejar la canoa, no lo hicimos uno a uno, como todos y cada uno sabíamos que debíamos hacerlo, sino que por el contrario nos paramos casi todos al mismo tiempo, con lo cual la canoa se movió bruscamente perdiendo el equilibrio y cuando nos dimos cuenta un señor que iba con nosotros cayó al lago y ¡no sabía nadar! Suerte que llevaba el chaleco salvavidas aunque él no era consciente de ello y estaba muy, pero muy asustado. Una vez recuperó el equilibrio la canoa, ayudamos al señor a subir y luego subimos uno a uno a la plataforma. Suerte que no había ningún pirarucú hambriento cerca (típicos del amazonas y presentes en el lago). ¡Este sí que fue un día para recordar en todos los sentidos! Con esos dos temas tuvimos cuento para todo el día o todo el mes, creo.
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Mientras estábamos en la canoa pescando también estábamos esperando que otro grupo atravesara el lago en canopy, pero tardaron mucho y no los pudimos esperar. Nosotros no quisimos hacer esta actividad por aquello de la adrenalina no era lo nuestro, inocentes sin saber lo que nos esperaría en una actividad de pesca pacífica y tranquila.
Después de la cena teníamos el Safari nocturno, al principio me imaginaba que era un safari terrestre, es decir, que nos íbamos a adentrar un poco en la selva y ver algunos animales, no sé, algo parecido. Pero no, era un safari en canoa. La verdad es que me dio un poco de miedo hacerlo y más que todo recordando el incidente que habíamos tenido antes, pero me dije “¡ah, qué carajos! ¡Ya estamos aquí, pues hagámoslo!” y sí, hicimos el safari. Allí pudimos escuchar la vida salvaje nocturna en su furor, experimentamos una sensación de selva y relajación bajo el cielo estrellado, y gracias al guía vimos un caimán bebé y después de muchos años, volví a ver luciérnagas.
Esta noche tuvimos que compartir habitación y éramos 6 personas en total. Cada cama estaba equipada con toldillo (mosquitera) y la nuestra era muy cómoda. La luz la apagaban a las 10 pm en todo el recinto así que nosotros llevábamos linterna por si las moscas. Aunque no había ventilador no nos hizo falta porque hizo un calor moderado y pudimos dormir placenteramente.
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El cuarto día empezó muy temprano, a las 5 am estábamos ya reunidos para el avistamiento de aves, así que nuevamente nos subimos en canoa y nos fuimos por los alrededores. Éramos menos y tal vez por ello lo disfruté más que el safari nocturno, también porque pudimos ver el amanecer, ¡una preciosidad! Estuvimos observando diversos tipos de pájaros, vimos algún mono de lejos y muuuchos árboles. Entre las aves que más me llamaron la atención fueron las pavas que son muy bonitas y elegantes, y los pájaros mochileros que hacen un sonido sinigual y forman unos nidos bastante largos imitando la forma de una mochila, de ahí su nombre coloquial. Fue una lástima no haber hecho un vídeo del sonido de aquellos pájaros porque realmente me gustó y me hubiera gustado tenerlo para recordarlo siempre. Intenté buscar algo en internet para mostrarte de lo que hablo pero no fue posible, ¿será esta una excusa para volver? Yo diría que sí.
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Al regresar nos preparamos para partir hacia Leticia, así que luego del desayuno, ya emprendíamos nuestra caminata de vuelta. Esta vez el camino se me hizo más corto, quizás porque no hicimos las paradas explicativas. Cuando llegamos al embarcadero nos regalaron fruta de camu camu, es bastante ácida pero tiene un sabor particular, nos la dieron por si queríamos llevar a nuestras casas para la siembra o para darla a probar. Y así fue, llevé una pequeña muestra para que mi familia la probara.
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Cuando llegamos a Leticia dejamos la mochila en el hotel y nos fuimos directamente al Parque Ecológico Mundo Amazónico. De este lugar te cuento que me gustaron las instalaciones, todo muy bien cuidado, es como una especie de Jardín Botánico, me gustó mucho su cultura ecológica y el almuerzo que nos dieron estaba delicioso. Fue una tarde muy instructiva, todo el personal muy especializado, nos dieron mucha información sobre plantas y frutos, recuerdo el nombre de algunos como el copoazú, arazá, coca, camu camu, cúrcuma y huito. De cada planta, árbol o fruto nos explicaban qué tipo de función medicinal tenía o para qué se utilizaba. En realidad la labor que hace el parque por la conservación de la flora amazónica y el conocimiento de lo nuestro tanto para los turistas como a los locales, es de digno de admirar. En cada lugar del parque se nota el esfuerzo, la dedicación y el amor por el Amazonas.
Luego probamos nuestra puntería con el arco y la cerbatana que era como antiguamente cazaban los indígenas. También visitamos el Mundo Acuático Amazónico que es un mini acuario allí mismo. Nos hicieron una ronda informativa mostrándonos cada uno de los peces.
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Terminando el recorrido de casi 4 horas, regresamos al hotel a descansar y como era la última noche, entre varios del grupo decidimos ir a probar los famosos gusanos que para los lugareños son una especie de delicatessen criolla. Así que después de la cena, porque estaba incluida y por supuesto no la íbamos a perder, quedamos en recepción dispuestos a ir en busca de nuestros gusanos. Nos recomendaron el restaurante “Tierras Amazónicas” así que fuimos allí pero desgraciadamente no había gusanos. Según nos dijo el chico, los gusanos llegan el sábado y con eso se abastecen toda la semana así que el día anterior se les había acabado, nosotros fuimos un viernes y no podíamos ir al día siguiente. Nos recomendó otro lugar al que fuimos y tampoco tuvimos suerte. Ya resignados nos dijeron que los vendían todas las mañanas en la plaza de mercado pero que había que llegar muy temprano para encontrarlos y que allí sólo los vendían crudos. Así no fui tan valiente, yo los quería probar pero en alguna presentación, cocidos o fritos, tipo pincho tal como nos lo servirían en el restaurante pero crudos ya me daba cosa.
En fin, para aprovechar la noche, ya vestidos y alborotados y sin gusanos, decidimos ir a tomar un par de copas y de ahí resultamos en una discoteca bailando samba, bachata, salsa y ras tas tas con los lugareños.
¡Fue un día muy completo y lo cerramos con broche de oro!
El quinto y último día nos levantamos temprano a desayunar y regresar a casa en avión. En la van de camino al aeropuerto, 3 de los chicos con los que habíamos salido de fiesta nos contaron que ellos sí habían ido a la plaza de mercado en la mañana y que habían comido gusanos y que les había encantado la experiencia.
También alguien nos dijo que no era muy ecológico el consumo de estos gusanos porque abrían las palmas para sacar los gusanos y no volvían a plantar dichas palmas por lo cual se daba la deforestación. No sé hasta qué punto sea cierto, si lo es no vale la pena comerlos pero sino es cierto, vale la pena vivir esta experiencia siempre y cuando no seas vegetariano, claro.
Bueno, hasta aquí hemos llegado. Espero que hayas disfrutado leyéndome como yo escribiéndote. Si me has leído hasta aquí quiere decir que realmente estás interesado/a en viajar al amazonas, así que no lo dudes más, como escribí al inicio, este viaje ha sido uno de los mejores que he tenido, y seguramente lo será para ti también, además es una gran oportunidad para aprovechar lo bueno de Colombia y de su gente. Y si por el contrario ya has viajado, cuéntanos en comentarios qué fue lo que más disfrutaste así animamos a los indecisos.